sábado, 7 de marzo de 2009

La realidad nos aplasta

Como hace tiempo sostengo que la realidad hay que cambiarla. Hoy debo decir con pesar, nos aplasta, nos impide respirar, nos impide progresar, imaginar caminos nuevos, explorar el sendero hacia un futuro mejor. Mejor no es tener más, disponer de más riqueza ni acumular objetos inservibles pasado un tiempo. El mejor futuro es aquello que nos reconforta a diario por el esfuerzo realizado, por mirar como nuestros hijos nos superan en conocimiento, cultura, aprendizaje y disfrute de la sana vida. El destino de nuestra sociedad depende de la incapacidad para conducirla. No se advierte en el menú político, la reserva moral, intelectual y ética necesaria para cambiar el destino. Permanecemos impávidos, absortos remordiendo nuestra bronca por la defraudación de los que ayer elegimos para gobernar nuestra Nación, nuestra Provincia nuestra Ciudad. Nos rodean, se burlan, nos dividen, nos roban, nos enemistan con amigos de ayer, capitalizando así su juego perverso de decir y no hacer nada. ¡Tan idiotas podemos ser, que no advertimos la degradación de la sociedad acorralada por la delincuencia sanguinaria que nos enfrenta en fatuas discusiones intrascendentes e hipócritas que a nada conducen. La irracionalidad avanzó hasta el limite de enfrentar disputas entre Poderes del Estado, con visiones irreales que entretienen sin tomar acciones en ningún sentido. Las minorías "ilustradas" que detentan el Poder formal se arrogan el derecho sobre los bienes y vida de los ciudadanos desconociendo el sentir de una población que los rechaza. El "que se vayan todos" quedo desdibujado por la perversa acción de una "bandera" política que maneja nuestros destinos, acomodando las circunstancias según el maquillaje de la ocasión, para sostener el mismo Poder, que nos aplasta y retocede a épocas de nuestra historia que debimos superar hace más de sesenta años.

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